LA DANZA DE LAS TURAS DE VENEZUELA
domingo, 23 de enero de 2011
martes, 18 de enero de 2011
LA DANZA DE LAS TURAS EN VENZUELA
“La Danza de las Turas o Estercuye”
“El Baile o Danza de las Turas o Estercuye” consiste es una ceremoniosa, tradición aborigen de los ayamanes y los Jirajaras que se ha conservado en el tiempo para agradecer la prodigalidad de la madre naturaleza, hoy en día ha quedado relegado sólo a pocas comunidades de los estados Lara, Falcón, Portuguesa y Yaracuy.
Relata el historiador Pedro Manuel Arcaya (Nacido en Coro Edo. Falcón el 8 de enero de1874 y fellecido en Caracas el 12 de agosto de 1958, Abogado, jurista, sociólogo, historiador y político) sostenía que "El Baile de Tura es una festividad que celebraban, como aún celebran en los más apartados vecindarios de nuestros municipios Federación (Mapararì y San Pedro de Mapararì) y Urdaneta (Cerro Moroturo) principalmente, en la actualidad, además se ha detectado en Portuguesa (Guanare) y en Yaracuy (Cararapa, antiguo Tarana del Municipio Bolívar), el mismo, realizado por los descendientes de los ayamanes, gayones y Jirajaras de esas localidades y debió ser su origen de carácter religioso.
Por su parte Francisco Tamayo (Nacido en Sanare Edo. Lara el 4 de octubre de 1902 y fallecido en Caracas, antiguo Distrito Federal el 14 de febrero de 1985, Botánico, conservacionista y lexicógrafo venezolano. Fueron sus padres Carlos Tamayo León y Abigail Yépes Piñero. Su madre murió al nacer él, por lo que fue criado y educado por sus tíos Carlos Yépes y Hortensia de Yépes Borges, en su hacienda cerca de Sanare Edo. Lara, quien conjuntamente con Don Luís Arturo Domínguez (Nacido en Puerto Cumarebo estado Falcón el 12 de noviembre de 1922 – Historiador, escritor, folklorólogo, ensayista, crítico literario, biógrafo, novelista y educador, de gran prestigio, graduado como profesor de castellano y literatura, Técnico en propaganda turística, Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia, de la Asociación Nacional de Escritores de Venezuela, entre otros relataron haber presenciado la danza en Cerro Moroturo, en 1917. Para ellos la palabra Tura sería de origen Ayamán y de origen Jirajara el vocablo Estercuye.
Rafael Domingo Silva Uzcategui (Nacido en Curarigua, Estado Lara el 25 de julio de 1.887 y fallecido en Caracas el 18 de diciembre de 1.980.Hijo de Rafael María Silva Riera e Isabel Uzcátegui, esta hermana del Arzobispo de Caracas y Venezuela Dr. Críspulo Uzcátegui. Contrajo matrimonio en 1.914 con la tocuyana Otilde Rodríguez, con quien tuvo siete hijos: Rafael Nicanor, Otilde Elena, Carlos Rafael, Otimaro, Lourdes, Isabel María y Alicia), Este insigne historiador y amante de lo arquitectónico, en su enciclopedia Larense dice de la Tura: "Llamase así a una ceremonia religiosa en forma de baile, que efectúan en determinadas épocas del año los indígenas de una región del Municipio Urdaneta, descendientes de los Ayamanes, pobladores primitivos del lugar, es la fiesta más importante de los ayamánes.
De las crónicas de los historiadores y especialistas que nos han precedido, obtenemos, que Las Turas, antiguamente no eran iguales en toda la región: las de Falcón en Mapararì tenían todas las características de una danza de veda de cacería, mientras que las Turas de Lara en el Cerro de Moroturo poseían todas las características de una danza de cosecha ya que se ha bailado dando acción de gracias por los beneficios obtenidos en los cultivos, especialmente el maíz, y la abundancia de agua recibida en el transcurso del año. Es un homenaje que se tributa al copey, árbol tutelar. Para que reciban los poderes de los espíritus, hoy en día en todas las comunidades de los Estado Lara y Falcón, donde se efectúa la festividad, son muy similares, prevaleciendo en todas un mayor énfasis en el ritual agrario, la parte de danza de veda o caería casi ya no se evidencia, aunque aún prevalecen vestigios, como es la presencia del grupo de los llamados cazadores dentro de las líneas de mando de las jerarquías en la danza en sí.
La música posee cierta variedad pues son varios los trozos melódicos que integran la totalidad del festejo, de hecho suele variar de una comunidad a otra. Toda esta música lleva como único acompañamiento el sonido rítmico de una maraca, aunque suele verse dicha maraca, en la mano de varios músicos, tal como es natural en toda la música indígena ceremonial.
Los instrumentos musicales que se tocan en el baile se denominan cachos y Turas. Los cachos son unos instrumentos primitivos, que elaboran con los cráneos de venado de distintos tamaños, a los cuales se le cierran los orificios nasales y de los ojos, con cera virgen o cera de abeja, dejando solo abierto el orificio occipital, Por este soplan para obtener sonidos graves. Las Turas, son una especie de flautas sin lengüeta, las famosas "quenas" , que son uno de los instrumentos más antiguos de la época precolombina, y que consisten en un tubo de caña que en uno de los extremos se corta en una especie de W o M invertida, todos estos instrumentos son de franca procedencia indígena.
Todos los instrumentos utilizados, son de fabricación autóctona, Se emplean en grupos de a dos flautas del tipo quena, una más larga que la otra, denominadas Tura Macho (con tres agujeros) y Tura Hembra (con 5 agujeros); dos silbatos hechos con cráneos de venado, también de diferente tamaño llamados Cacho Grande y Cacho Pequeño y una maraca, los cuales son ejecutados por un conjunto de cuatro músicos, cada músico porta una flauta, sea de cráneo de venado o de madera así como una maraca, igualmente a veces se incorpora un músico con sólo una maraca.
Este es el conjunto básico en cuanto a instrumentos pero no en cuanto al número de instrumentos, pues estos se duplican o triplican según el número de conjuntos que intervengan para bailar en un determinado lugar.
En cuanto a la maraca, cada ejecutante de cacho lleva en la mano una, y la ejecuta junto con el toque que va realizando; algunos ejecutantes de turas y los capataces, también agitan una maraca en ciertos momentos del baile ceremonial.
Se anexa a todo esto, los gritos emotivos, fuertes, largos y agudos, que emiten de vez en cuando los bailadores. La danza de las turas es una celebración de carácter indígena que ha tomado, no obstante, variado aspecto criollo.
La música de esta festividad, que hoy día es casi meramente agrícola, con vestigios aun de danza de veda de cacería, se efectúa en estrecha relación con la cosecha del maíz, y posee varios toques que difieren entre sí, especialmente por el añadido de mínimas variantes melódicas.
Los danzantes de las turas se colocan en dos largas cadenas, alternándose hombres y mujeres. En el centro, se entabla el llamado Palacio o Altar, donde se ubica el llamado Mayordomo, Cacique o dueño del Patio Turero, bajo un dosel de ofrendas frutales y altar con imágenes de Santos locales, algunas veces acompañado de la Reina Turera y uno que otro Capataz Turero.
El baile es iniciado por los capataces, que con una maraca en la mano, salen danzando de un extremo a otro de las largas filas inmóviles de participantes, acompañados claro está por los músicos respectivos.
Inclinan y sacuden la maraca, realizando diversos gestos como de invocación o llamado.
Los capataces terminan por bailar uno al lado del otro frente al altar, entonces se inicia el baile colectivo. Las largas filas cerradas de danzantes se mueven al son de las flautas y trenzan deliciosos arabescos. Predominan figuras a base de círculos, semicírculos, de círculos concéntricos, que giran en la misma dirección o en la dirección contraria. Los danzantes siempre conservan un riguroso ritmo, a tres pulsos, que marcan con pisadas fuertes sobre el suelo.
Las mujeres, cuando van llegando al patio algunas veces, se hincan ante el Jefe del Patio o Cacique, y le hacen entrega de tributos florales y frutales, así como colocan velas encendidas en el altar.
La danza puede ser clasificarla como danza colectiva de ronda. Los bailadores forman un semicírculo, entrelazados pasando el brazo del uno por detrás de los hombros del otro y, a veces, colocan la mano en la cintura del siguiente bailador. Intervienen hombres y mujeres, pero sin un orden preestablecido de alternancia en cuanto al sexo.
Al finalizar la etapa bailable, se inicia la ceremonia ritual. Los bailadores y demás presentes, con las matas de maíz, trozos de caña de azúcar y mazos de mazorcas de maíz anudados con sus propias hojas, que han estado como decoración en el altar y área circundante al patio turero, al igual que con las tinajas o recipientes de la llamada mazamorra (especie de chicha) se dirigen hacia el llamado “árbol de la Basura”, el cual es un árbol de copey (Copey es un árbol, cuyo nombre científico es Clusia rosea. "Clusia" viene de Carolus Clusius (Charles de L'Ecluse), un botánico y matemático (1526 - 1609). "Copey" es el nombre que le daban los indios taínos a este árbol, es oriundo del Caribe. Copeyal, por tanto, es un lugar donde hay muchos árboles de copey, considerada dicha especie como vegetales de los santos espíritus, del espíritu de las aguas vivas, pues es un "palo" que "atrae nieblas y lluvia"). Proceden a regar en abundancia, la pata del árbol con la chicha de unas cuantas tinajas.
El objeto de tan singular tributo es rogar a los espíritus tutelares del agua, la tierra y los montes, para que no escaseen las lluvias benefactoras y prodigiosas, "los bautizos celestiales".
La música de las turas revela poca influencia foránea, quizás es una de las más puras expresiones musicales indígenas que se conservan en Venezuela. Es una celebración de origen indígena, hecho en honor a la naturaleza y a la fecundidad en la época de las cosechas y de la caza. Ya en tiempos coloniales las autoridades hispanas, sobre todo el poder religioso católico, tuvieron que reglamentar esta celebración asignándole una sola fecha de celebración: tal es el caso en Mapararì, el 24 de septiembre día de la Virgen de las Mercedes, en San Pedro de Mapararì se estila el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, en la actualidad, otras comunidades eligen su día, siempre enmarcado dentro del ciclo de la cosecha del maíz.
Origen de las turas
El origen de las turas en Venezuela debe reposar en algún rincón oculto de la Historia indígena, pero casi todos los entendidos en la materia están de acuerdo, en que su tradición es del occidente del país {(Municipio Urdaneta del Estado Lara y parte del Estado Falcón -municipios Federación, Unión y Silva-), sin temor a descartar otras zonas circundantes a los anteriormente nombrados, que tal vez por el desuso y las migraciones de sus pobladores perdieron la habitualidad de realizarlas, se estima que toda la región de los estado Lara, Falcón y Yaracuy fue primigeniamente Zona Turera, habiendo perdurado a través del tiempo; no obstante, en la actualidad loa Zona de confluencia del norte de Lara y el sur de Falcón, son lugares que se pueden catalogar como los sitios actualmente primigenios de esta danza pre colombina. Como todos sabemos en el Municipio Urdaneta del Estado Lara, esta tradición se remonta en los recuerdos más ancestrales de nuestros habitantes de la parte alta de La Catalina, que a su vez tuvo una gran influencia en los caseríos de Las Mercedes, El Desecho, Momaye, Orocalle y la Venta. Según investigaciones que se realizaron entre los descendientes de los originarios de las comunidades.
Fue de estos caseríos de la parte alta según explican los actuales descendientes de estos lugares que bajaron estas tradiciones para Moroturo, el Desecho, Siquisique y caseríos circunvecinos en lo que respecta al Municipio Urdaneta.
Leyendo el diario de Nicolás de Federmann se obtiene lo siguiente:
En el sitio que llego Federmann era la aldea llamada de Carohana desde donde mando a buscar a los “enanos” también dice Federmann "que los ayamanes de la parte baja (se deduce sea la zona de Aguada Grande) de estatura normal, no quieren tener ninguna comunicación con los otros ayamanes de la montaña aunque sean de la misma nación, por que estos han hecho alianza con los xideharas, los odian y los desprecian sobre todo después de los matrimonios mixtos... ". (Deducimos que sean los de La Venta y Parupano ya que son las partes altas que tienen comunicación con la parte del Estado Falcón). Pues no puede ser casualidad que los habitantes de estas comunidades descritas anteriormente conserven sus rasgos y estatura a la que hacía referencia Federmann y que tanto le llamo la atención, y que además sea en estos sitios única y exclusivamente donde se realiza este Ritual Ancestral llamado Baile de la Tura o de las turas. Concluimos que los "enanos" que llamaba Federmann (ayamanes de la parte alta) se cruzaron (matrimonios mixtos) con los xideharas (¿Jirajaras?) de Mapararí y de allí nació esa cultura compartida desde tiempos ignotos entre estas zonas, primero Parupano, La venta y caseríos adyacentes (partes altas) con Mapararì y después Moroturo a donde bajaron estos para sobrevivir.
Al llegar agosto hay abundancia de caza y otras cosechas, que al finalizar su recolecta, sobre todo la de maíz en la zona limítrofe de los estados Lara y Falcón (Moroturo); en lo que una vez fue el territorio Ayamán, se realiza una de las pocas manifestaciones indígenas que aún sobreviven en nuestro país: Lo primero que hay que explicar para que se entienda como funciona este ritual es el orden jerárquico por el que se rigen: Actualmente en el Patio de Moroturo la Organización jerárquica es la siguiente: (Reina) María Perozo, (Capataz) Alejandro Perozo, (Ayudante de Capataz) Gerardo Chirinos, (Mayordomo) Antonia “Toñita” Perozo, además de los cazadores y músicos.
La Reina. En la actualidad en Cerro Moroturo es la Señora María Perozo utiliza una corona provista de plumas de aves habitantes de la zona, de vainas y vistosas hojas como único accesorio que evidencia su supremacía como líder comunitario. Es la anfitriona del baile y responsable de que haya abundancia de alimentos para la celebración además de la preparación de la mazamorra o chicha de maíz. La actual reina es la heredera directa de la reina anterior.
El Capataz. Como símbolo de autoridad utiliza el llamado “Manatín”, un látigo hecho de hilos trenzados o mecate con varios nudos en su extensión y encerado con cera de abejas, también tiene que hacer cumplir estrictamente las diferentes partes de la ceremonia. Su puesto igual que el de la reina es vitalicio, pues lo heredaron de sus antepasados.
El mayordomo. Con su corona de plumas o vainas, cumple varias funciones de las cuales destaca el velar por el emplazamiento de la cruz en el centro del palacio, la disposición de las velas por la reina, la ordenación de los círculos de rigor, la precisión de las ofrendas, la sincronía de los desplazamientos de la reina y la realización de las cortesías.
Los Cazadores. Generalmente se eligen trece entre los más diestros de la comunidad que deben llevar animales de monte, y es tanta la fe de estos que son infalibles en la cacería con motivo de llevarlos para los preparativos de la ceremonia.
Los Músicos. El Mayordomo elige así mismo un capataz de la música que es uno de los maraqueros y otro maraquero mas como segundo capataz, los ayudantes, son escogidos entre los tureros más asiduos y los danzantes, que pertenecen a la comunidad. El grupo musical está formado por seis personas: dos cacheros mayores (cachos de venado), dos cacheros menores (cachos de matacán, especie de venado más pequeña) y dos tureros (flauta de carrizo o guasgua).
Hisoricamente hablando, existen dos tipos de baile de Tura: La Tura Pequeña y la Tura Grande.
En la Tura Pequeña, puede participar toda persona y su celebración dura dos días. Siempre y cuando se respete el reglamento oral, cuyo objeto es “conservar los recuerdos familiares tan gratos al corazón y practicar las inocentes y viriles costumbres Ayamanes”. Este reglamento oral puntualiza que está prohibido el uso de bebidas alcohólicas, armas de cualquier clase que puedan herir o causar contusión, así como actos deshonestos que puedan causar escándalo. El mayordomo elige con anticipación seis ayudantes u organizadores de la fiesta, que hacen de policías y portan sendos manatines (látigos), que son hilos cubiertos de cera negra a semejanza de chuchos. Estos como el mayordomo ejercen la autoridad suprema, pues los jefes de caseríos y las autoridades les ceden sus derechos autoritarios y les prestan apoyo.
En épocas anteriores cuando no existía el alumbrado eléctrico para realizar la ceremonia se encendían rolletes fabricados con hilo los cuales eran cubiertos de cera, similar a los manatines.
La Tura Pequeña se celebra regularmente en los meses de abril o mayo cuando el maíz esta tierno, (jojoto), es decir, que los granos ya desarrollados aún están tiernos. Los granos de maíz tierno son molidos, colada la masa, y después de adicionarle cantidad suficiente de agua, se deja fermentar el líquido, con lo cual es fabricada la bebida denominada mazamorra, chicha o carato, que se deja enfuertar convenientemente para ser brindada la noche de la fiesta.
Anteriormente en la noche de la celebración hacían colocar en el centro de aquel conuco una tinaja llena de bebida y si en la madrugada la encontraban vacía era señal de que la cosecha iba a ser buena y en cambio, si estaba intacta, la cosecha sería mala. El conuco que se destinaba para utilizar los jojotos para la bebida era respetado y solo se podía comenzar a cortar estos únicamente para la ocasión.
La ceremonia se hacía con el objeto de dar las gracias al “Dueño de las montañas” por haber proporcionado cosecha y haber pronosticado como debía de esperarse para lo sucesivo. De esta reunión dependía si se podía celebrar el Baile de Tura Grande, pues siendo malo el augurio la cosecha había que aplazarla hasta el siguiente año.
La Tura Grande, Se celebra dependiendo de la época de las cosechas, casi siempre en agosto o septiembre y se elige con aprobación de todos los vecinos y con anticipación un mayordomo. El sitio donde se realiza esta celebración de la Tura Grande se le da el titulo de Patio Grande, en la época en que el maíz está “jecho”, es decir fisiológicamente maduro, o que los granos ya desarrollados están listos para el consumo. Se asegura, que quien la baila una vez tiene que seguir bailándola (hasta por un mínimo de siete años seguidos). Su celebración se asocia a la fecundidad de la tierra y a la lucha contra los duendes, representado por la imaginación popular por hombres de baja estatura, habitantes de los “ojos de agua” o encantos y portadores de males para la siembra. Esta se hacía anteriormente montaña adentro ocultamente.
Tiene que ver con irreverentes secretos y estricta ritualidad, allí participan los descendientes de los Ayamanes considerados los mejores depositarios de sus creencias, leyendas y sabidurías; su celebración puede prolongarse hasta por nueve días. Este ritual era organizado anteriormente por un “cacique” (actualmente es una reina), para lo cual deben contribuir todos los dueños de sementeras (porciones de tierras sembradas de cultivos), fijándosele a cada uno cierta cantidad de mazorcas de maíz que debe aportar, en proporción a su cosecha en perspectiva.
La Tura Grande es una devoción a la que consagraban los habitantes todo su entusiasmo con la mayor reverencia y armonía tradicional, vista como fanatismo, dándose todos, el trato de mano, como apocope de hermano, ejemplo Mano Luis, en lugar de hermano Luis.
Los vecinos contribuyen con la cantidad de jatas que les es posible, las cuales se van depositando en la casa de Patio Grande y se procede a la elaboración de la bebida que se denominan mazamorra o carato hecha con las jatas, que son pelotas de maíz molido y envuelto en hojas de caña y cocido. Este carato se deja enfuertar en grandes canoas de madera, siendo esta la única bebida que les sirve de manutención durante los tres días que dura la fiesta. Las mujeres del vecindario se presentan voluntarias a colaborar en la elaboración de la bebida y también los hombres para cortar leña y cargar agua.
La música se realiza con turas, que es un carrizo de ese nombre que se produce en las montañas frías, dos chiquitas como de 20 centímetros y dos grandes de 30 y 40, con tres agujeros las machos y con cinco agujeros las hembras, que hacen de flautas y se tocaban soplando por uno de los extremos: varios cachos, o cabezas de venado disecadas, de diversos tamaños, cubiertos de cera y se toca soplando por el orificio; dos maracas, para el capataz y su segundo, que son los directores. Se eligen así mismo trece cazadores que deben llevar animales de monte colocados en grandes asadores para poderlos enseñar al público durante los bailes.
Generalmente los preparativos para dichas festividades empieza los lunes, lo primero que hacen es cocinar el maíz y lo muelen para luego colarlo y se pone a enfuertar hasta el viernes, el día sábado se coloca la cruz para colocar a la sombra (caña, maíz, Chicha, Verduras, ofrendas vegetales) mientras hacen la comida (hervidos, sopas, lapas o venados asados, arepas de maíz peladas etc.) para darle de comer a los acompañantes y empiezan los rituales a las 6 de la tarde.
En la entrada del patio mayor son recibidos los visitantes y cazadores, por el capataz, sus ayudantes, mayordomo y músicos, con la primera danza del día. La reina recibe a los tureros en el palacio, arco de madera revestido con largos tallos de caña de azúcar, adornado con frutos y hojas de maíz, yuca, cambur, vainas de caraota, naranjas, auyamas, aguacates, entre otros; que desde tempranas horas del día fueron colocando allí los visitantes, promesantes, conuqueros o cosechadores.
En el centro, previamente se ha colocado una cruz de madera adornada con flores traídas de la misma comunidad, alrededor del cual se encienden las velas. Esta edificación representa al árbol de la abundancia, árbol de la comida, palo de las Turas o palo mayor.
La reina enciende las velas alrededor de la cruz, el capataz da su consentimiento para que arranque la música, la cual, varia de comunidad a comunidad en algo, pero generalmente se compone de 7 sones de Turas.
1.- Son de la cacería
2.- Son de las aves (son del Turpial)
3.- El baile de la Ceremonia
4.- El Son o baile de la Lluvia
5.- El son del Murciélago
6.- El Son de la Paloma
7.- El Son de La Hormiga
8.- El Son de Las Sombras.
9.- El Son del venado, entre otros (hay comunidades donde se tocan hasta 12 sones
El Mayordomo exclama “¡Mis Hermanos!” o ¡Hermanos míos!
“Se va a dar comienzo a la tura de Dios. Orden, devoción y respeto les pido”.
Los músicos integran un primer círculo alrededor del palacio: primero los de cacho de venado, después los de cachos de matacán, acompañados con maracas elaboradas del fruto del taparo; en tercer lugar los tureros (flautas).
Comienza el ritual: Seguidamente se procede a coronar y cargar al mayordomo, colocándole una corona de vainas de frijoles y rudas amarillas; en los hombros persogos de maíz (Yuntas de mazorcas de maíz atadas por sus hojas secas) y marusas de jata (bolas de maíz cocido); generalmente se eligen con anticipación unas doncellas que ayudaran a soportar la carga y lo conducen al patio. Allí lo espera la multitud entre dos filas opuestas y en el centro los músicos, quienes inician el primer son, dando vueltas alrededor del Mayordomo y las doncellas, hasta que por una señal del capataz, se empieza el baile, confundiéndose la multitud en un abrazo general, formando rueda y bailando al compás de esta música, juu-juu;juo juo, con tres pasos adelante y los mismos hacia atrás, oyéndose desde larga distancia el zapateo: tras, tras y tras, tras, tras. Después de dar dos o mas vueltas, "los hombres gritan y las mujeres ríen con esas risas escandalosas que las indias saben expresar con gracia, hasta sin ganas".
El primer son es a las seis de la tarde aproximadamente, con alegría suenan las turas esperando a los cazadores. Como media hora después empieza el baile del turpial. Seguidamente empieza el baile de la Ceremonia aquí es donde se reparte el carato y se agradece por las buenas cosechas y cacerías alcanzadas durante la temporada.
Luego de agradecer empieza el baile de la lluvia, para pedir por las próximas cosechas y que los espíritus los acompañen en esta petición, esta ceremonia se realiza más o menos de nueve a diez de la noche. Y a esta hora llaman a los acompañantes a comer.
El son del Murciélago empieza de cuatro a cinco de la mañana para despertar a todos los tureros (músicos, cazadores y visitantes que los acompañan) luego de este baile desayunan y como a las seis de la mañana empieza el baile de la Paloma alrededor del Palacio, con este son se recoge todos los desperdicios y se dirigen al árbol llamado de los desechos, y proceden a botar toda la basura. Allí mismo en el árbol de los desechos empieza el baile de la Hormiguita, y se van para el patio pidiendo para que estas no se coman las nuevas cosechas.
Estos siete sones componen el ritual de este sencillo pero a la vez profundo sentir consustanciado con la naturaleza que tenían (o tienen) nuestros aborígenes, principalmente el Ayamán y el Jirajara.
Terminada esta ceremonia se les brinda carato a los asistentes, antiguamente se en totumas, hoy día se hace mayormente en envases de plástico, aunque algunas comunidades mantienen su tradición de que sea en totumas, bebida esta que mientras más fuertes queda mejor pero hay que brindarla con precaución porque algunos se embriagan y por eso los brindis no son muy seguidos.
En ocasión de recibir visitas de Mayordomos de otros caseríos vecinos acompañados de sus músicos y personal directivo, se procede en esos casos una ceremonia que llaman topar, formándose en el patio una fila de los que llegaban y otra que los reciben. Al principiar el son para el caso, los cuatro maraqueros se sitúan uno en cada esquina y acercándose en forma de equis al compás de la música, se dan con el instrumentos golpecitos en el pecho y otro como para accionar, hasta que se encuentran en el centro, de donde dan vueltas y continua hacia el lado opuesto, haciéndolo por tres veces y entonces los músicos forman círculos y al dar una vuelta estos, los mayordomos se abrazan y es la señal de que el baile debe empezar, uniéndose ambas filas con abrazos y se continua en la forma que ya hemos descrito. La misma ceremonia se realiza al recibir la visita de los cazadores vecinos, pero sin la asistencia del mayordomo.
Esta ceremonia se puede extender por varios días, y en el ultimo día, después de las 12 m ., se preparan grandes ollas de hervido con las cacerías recibidas y se hace la ceremonia de botar la basura, llevándose en procesión con música los adorotes que son bultos donde se llevan los desperdicios; las jatas, hojas de cambur donde se preparaba la masa, hojas de caña, etc., La actividad termina en el árbol de los desechos o árbol de la basura, para demostrar agradecimiento por haber llamado la lluvia, que contribuye a obtener buenas cosechas y pedirle gracia para el año venidero y poder así celebrar el siguiente baile sagrado.
La devolución de las ofrendas es para que sirvan de semillas a sus oferentes y la colocación de los desperdicios provenientes del desmontaje del palacio, para que sirva de alimento a los duendes.
Las mujeres riegan con masa también ante el árbol con lo cual quedaba terminada la ceremonia y se regresaba al patio.
Llegados allí se sirve la comida y después se elige el mayordomo que debe presidir la tura chiquita en el año venidero. Hecho esto se toca el Son de la Paloma, y la reina y mayordomo ejecutan las cortesías, especies de reverencias para despedirse de la Santa Cruz, del patio y de los grupos visitantes, después del cual se da por terminada la devoción.
La música de las turas tiene poca influencia foránea, quizás es “la más pura” expresión ritual indígena que se conserva en Venezuela. Es una celebración de origen indígena, hecho en honor a la naturaleza y a la fecundidad en la época de las cosechas y de la caza, dependiendo del tiempo o el sitio donde se haga.
Esto debido a que existen algunas diferencias en los rituales entre una y otra etnia (ayamanes y Jirajaras).
Es conocido que los ayamanes de Moroturo en el Municipio Urdaneta del Estado Lara la tradición esta esencialmente dirigida a la adoración de la naturaleza y el culto a la Agricultura, y en los Jirajaras de Mapararì en el Estado Falcón que también esta consustanciada con la naturaleza, la tradición es más hacia el culto de la cacería.
En una conversación que tuvimos con algunos descendientes directos de los ayamanes entre ellos el Jefe del patio de Moroturo, obtuvimos la siguiente información, que esperamos sirva para adquirir nuevos conocimientos sobre este ritual de nuestros antepasados.
En una ocasión, el Capataz y dirigente del “Patio de Moroturo”, Alejandro Antonio Perozo cumplió 61 años el 11 de enero, y lo celebraron el 15 de enero del 2003. En esta ocasión el aprovechó la oportunidad para rendirle un tributo y sentido homenaje, a todos los ancestros ya idos que en épocas pasadas impulsaron la música y el Baile de las Turas en diferentes partes de la región de todo el Municipio Urdaneta de Lara, y que todavía se recuerdan en todos los patios tureros de dicho Municipio, entre estos se encuentran antiguos Capataces, Mayordomos, Reinas, Músicos, maginarios (barbarismo de Imaginarios) y ayudantes.
Distinciones:
En el Patio de Cerro Moroturo Encontraos:
Crisóstomo (Choto) A. Perozo. Capataz del patio # 1 del Cerro de Moroturo. Murió en el 2002.
Anastasia de Jesús Perozo. Reina. Murió en 1994.
Crisanto Suárez. Mayordomo y jefe. Murió en 1975.
María Profeta Ladino. Mayordoma y jefa de patio. Murió en 1973.
Rafael Baldillo. Capataz. Murió en 1969.
Catalina Baldillo. Mayordoma. Murió en 1981.
Petrona Baldillo. Mayordoma. Murió en 1979.
Espirita Timaure. Mayordoma. Murió en 1973.
Candelario Halcón. Maginario (Imaginario). Murió en 1988.
Moisés Halcón. Maginario (Imaginario). Murió en 1979.
Dionisio Halcón. Maginario (Imaginario. M Murió en 1990.
José Vicente Mindida. Mayordomo.
Maria Cuicas de Rodríguez. Ayudante del Patio # 1 del Cerro de Moroturo.
Jesús Rodríguez. Ayudante.
Hermes Torréalba. Músico.
Francisco Paúl Torréalba. Músico.
Alejandro Timaure. Músico. M en 1991.
Eusebio Perozo. Cazador ayudante. M en 1989.
Miguel Pineda. Cazador y Pailero (el que ayuda a batir la chicha). M en 1987.
En el Patio del caserío San José del Palmar
El Capataz Alejandro Antonio Perozo recordó a:
Cornelio C. Adjunta. Capataz de este patio. Más o menos en 1930.
Salustriano Querales. Músico ayudante. Murió en 1990.
Sergio Adjunta. Músico ayudante.
Leonardo Querales. Músico ayudante.
Gelacia Querales. Ayudante.
Diego Querales. Cazador.
Belén Querales. Ayudante.
Cirila Querales. Ayudante.
María Hermógenes Adjunta. Ayudante.
Enriqueta de T. adjunta. Ayudante.
María Cornelia Adjunta. Ayudante.
En el Patio de Caño Negro de la Soledad recordó a:
Severiano Adjunta. Capataz.
Juana Adjunta. Mayordomo.
En el Patio del Cerro del Guaruro:
Félix Cordero. Mayordomo.
María de las Nieves Adjunta. Jefa de patio.
María Mercedes Adjunta. Jefa de patio.
En Pereque de la parte alta de Santa Inés:
Ángel carrillo Mata. Capataz. Murió en 1993.
Esteban Túa ayudante. Murió en 2004.
En el caserío Tapialito:
Ambrosio Escobar. Capataz.
En el caserío la Venta:
Victorino Querales. Capataz.
En el caserío Caín:
Dalmasio Adjunta. Mayordomo
Después de oír al Sr. Alejandro Perozo rendir este homenaje a los ancestros de los ayamanes, conversamos con el Sr. Desiderio Guere ("la ñema") nos cuenta que toda esta tradición Turera en el Cerro de Moroturo se originaron en el caserío la Catalina y las Mercedes con una gran influencia que se extendía a toda la zona. De esos tiempo Desiderio recuerda haber oído de sus mayores (Abuelos y Padres+) que el patio turero de esta zona era muy antiguo. Desde antes de sus tatarabuelos.
Desiderio apenas recuerda de su adolescencia a un señor llamado Casiano Torrealba que era el capataz del patio turero; en esta época recuerda a Chico Querales, Choto Perózo y Anacleto Torrealba y a un Sr. de apellido adjunta del cual no le llega a la memoria el nombre, que eran ayudantes del capataz. Esto ocurrió mas o menos desde el año 1930 hasta 1947.
Este fue el año en que bajaron de estos cerros hacia el valle de Moroturo una gran cantidad de personas que habitaban estos caseríos anteriormente descritos debido a una repartición de tierras llamada por ellos de la “Pollana”, y que debido al valor, resistencia y pericia en el manejo del hacha y el machete que tenían (o tienen) estos descendientes directos de los ayamanes para sacar las tareas, se les ofreció darles una cantidad específica de tierra a cada familia, a cambio de trabajar en las montañas recién adquiridas por personas llegadas del extranjero y de otros sitios como Churuguara.
Era tan exuberante la vegetación de la montaña que no había quien se atreviera a trabajarla con éxito, ya que para la época en la zona el uso de maquinarias era casi nulo. En este sitio desde la época de la colonia, la fiereza de la naturaleza (lluvias unidas a plagas y enfermedades como la disentería etc.) habían alejado los primeros intentos de habitar esta parte del Municipio por parte de los Españoles, y por eso se entiende que casi nadie había osado enfrentarse con éxito “meter el pecho” ante tamaña dificultad.
Esta situación les dio la oportunidad a muchos habitantes de la venta y caseríos adyacentes considerados para ese tiempo como indígenas (todavía en su mayoría conservan y mantienen el genotipo y fenotipo descrito por Nicolás de Federmann en su diario) a hacerse con un pedazo de tierra en las zonas bajas de Moroturo.
Estos descendientes de los ayamanes no solo se llevaron a su familia y las pocas pertenencias que tenían, sino también sus costumbres entre la que destacaba la hoy famosa Danza de las Turas y se diseminaron por todo este inmenso y productivo valle, tomando como asiento principal de un numeroso grupo de ellos el Cerro de Moroturo, donde hoy día florece esta tradición que a pesar del tiempo no ha sido modificada en su estructura primigenia. Esto no quiere decir que anteriormente no existieran ayamanes en estos sitios, por que se tiene conocimiento desde tiempos inmemorables que huían de los españoles a esconderse en estas intricadas zonas.
Ahondando en esa tradición ancestral seguimos conversando con Alejandro Perozo actual Capataz del Patio turero del Cerro de Moroturo y nos cuenta que él aprendió de sus abuelos y padres el gran respeto que debe tener por estas enseñanzas que le han sido legadas de generación en generación, y unas de las primeras cosas que aprendió y en él se hizo costumbre, es que cuando termina el culto y Baile de las Turas se siembra un árbol, preferiblemente de Guay o Zunzún, ya que es costumbre luego de terminado el culto realizar un rito sagrado en un árbol denominado por ellos árbol de los desechos que es donde se desprenden de todos los desperdicios que tuvieron durante la celebración absolutamente toda la basura que se desprendió de las mazorcas de maíz con que hacen el carato las conchas de las verduras del cambur y plumas o cueros de los animales sacrificados y los ramos que sirvieron de adornos durante la celebración del Rito a la Naturaleza , o sea toda la basura que se produce durante estas celebraciones y se hace como a las nueve de la mañana después de bailar las turas y durante el tiempo que dure la celebración.
Recuerda Alejandro todavía la ceremonia cuando recibió el cargo de capataz en 1980 cargo que fue heredado de su tío Crisóstomo Perozo (Choto), ya que estos cargos se heredan por tradición familiar. También recuerda cuando sembró el árbol que hoy les sirve en estas ceremonias. La oración para sembrar el árbol es la siguiente: Siembro este árbol en el nombre de dios y la virgen y todos los espíritus divinos y la corte celestial para que sea el Palacio donde culmina el rito del bote de la basura, amén.
Entre las anécdotas que se cuentan en la zona, esta la del señor Pedro Boraure que a la edad de 12 años sembró su árbol después de la celebración de las turas y con el tiempo el iba a cuidar su árbol, y un día se le ocurrió ponerle un sartén viejo encima para que los pajaritos bebieran agua y de esto hace más de cuarenta años y el sartén se quedo incrustado en el árbol; hoy día los pajaritos todavía toman agua en el sartén que ahora se encuentra a más de doce metros de altura y el árbol está más grueso que una pipa (tambor). Este hermoso árbol está situado en el sector Caño Negro de Moroturo.
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